III Violeta Parra: Hace falta un guerrillero

(Por Daniel Mathews) Entre 1956 y 1957 Violeta Parra grabó 5 discos fundamentales para el estudio del folklor chileno. Eso lo vimos en el artículo anterior. Todavía no podíamos hablar, sin embargo de canciones propias de Violeta. El disco siguiente, Todo Violeta Parra, es de 1960 y esta vez sólo contiene canciones propias. Algunas de un marcado radicalismo político. Entre ellas está “Hace falta un guerrillero”, “Yo canto la diferencia” y “El pueblo”, está última con letra de Pablo Neruda.

Su vinculación de la izquierda no era nueva. Eduardo Contreras dice que en “1946 funcionó en casa de Violeta una secretaría del comando de la campaña de González Videla y dirigió además ese año un Comité de Dueñas de Casa, participando en el Frente Nacional de Mujeres”. Hay que recordar que en esos años Nicanor Parra también era cercano al Partido Comunista.

Pero lo que nos interesa ahora más que la militancia política de Violeta Parra es comenzar a entenderla como poeta popular. Pasemos, pues, a sus canciones. En la presente nota veremos el texto de “Hace falta un guerrillero” y en la siguiente “Yo canto la diferencia” que será no solo la explicación de todo el recorrido poético de Violeta Parra sino un manifiesto que comienza a forjar la nueva canción latinoamericana.

En, “Hace falta un guerrillero” Violeta realiza una elegía patriótica con la legendaria figura del guerrillero y político Manuel Xavier Rodríguez Erdoíza (1785-1818). Manuel Rodríguez es considerado el libertador de la república de Chile, pues participó como abogado, político, militar y guerrillero en la independencia de ese país. Pasando a la calidad de mito por esta última faceta, pues en la denominada fase de reconquista española (1814-1817) sus convicciones lo llevaron a operar en la clandestinidad contra el mandato de Bernardo O´higgins. Pero su trabajo para la causa patriótica comenzó mucho antes de la Reconquista, luchando en las campañas del sur en 1813, exhortando al ejército y aplicando toda su locuacidad y persuasión en la prédica de los ideales independentistas entre las clases populares. Su biografía está llena de escenas de aventuras en las que aparece burlando a sus perseguidores una y otra vez, disfrazado de fraile o de huaso, o desnudo en la noche escabulléndose por entre decenas de soldados talaveras y cruzando a nado el río Mataquito.

Ya varios poetas, Pablo Neruda entre ellos, habían dedicado sus versos a Manuel Rodríguez. Pero la canción de Violeta marca una diferencia desde el titulo. Ella no le está cantando al pasado. Actualiza la actitud de guerrillero heroico para proponer que a Chile le hace falta un guerrillero. Recordemos que 1960 es un año muy marcado por la reciente revolución cubana. La necesidad de guerrillas se sentía por toda América Latina y comenzaba el rechazo a la política centrada en la institucionalidad estatal. De modo que aunque apoyaba la campaña de González Videla, Violeta quería ir más allá de un proceso puramente electoral.

La canción comienza asumiendo el tradicional papel de madre que quiere el mejor de los hijos: “Quisiera tener un hijo/ brillante como un clavel/ ligero como los vientos”. Pero pronto revierte esa figura maternal, ligada a los cuidados, para darle un destino heroico al hijo. Lo que ella quiere es un hijo guerrillero que sepa defender su patria: “De niño le enseñaría/ lo que se tiene que hacer/ cuando nos venden la patria/ como si fuera alfiler”. Al alterar el papel de la madre también tiene que descomponer la idea de un niño educado en la disciplina. Por el contrario su hijo debería ser por lo menos tan cuestionador como ella.

La expectativa de un hijo cuestionador se ve reflejada también cuando nos dice “Me abrigan las esperanzas / que mi hijo habrá de nacer / con una espada en la mano/ y el corazón de Manuel, / para enseñarle al cobarde/ a amar y corresponder”. Resulta interesante que los gobiernos que están vendiendo la nación al interés extranjero no lo hacen sólo por traición. Es también una falta de valores en ellos. Sobre todo valores relacionados a la valentía (son cobardes) y el amor. Solo con amor se puede llegar a la valentía, uno solo puede dejar de ser cobarde si ama de verdad algo por lo que se puede luchar. De modo que cuando quiere que su hijo tome la espada no es por falta de amor sino por que en verdad lo tiene. Lo que esta en cuestión es el amor rosa que no construye nada.

La situación del Chile de entonces es una situación desesperada: “La Patria ya tiene al cuello/ la soga de Lucifer; / no hay alma que la defienda, / ni obrero ni montañés”. Es necesario actuar en la actualidad para frenar las injusticias sociales que ella observa durante los gobiernos conservadores de Gabriel González (1946-1952), de Carlos Ibáñez (1952-1958) y de Jorge Alessandri que estaba gobernando desde 1958. Pero no hay nadie que defienda los ideales de la nación. Y sin embargo es claro también de donde debería salir ese defensor. En el verso “ni obrero ni montañés” está esperando que el protagonismo lo tomen los trabajadores del campo y la ciudad. Nuevamente queda claro que el apoyo que le da a un político en campaña es parcial, se lo da mientras no haya nada mejor.

El cuestionamiento a los candidatos es más claro aún cuando nos señala que no hay nadie en Chile en quien confiar realmente. La canción cierra en la desilusión total: “Las lágrimas se me caen / pensando en el Guerrillero: / como fue Manuel Rodríguez/ debieran haber quinientos, / pero no hay ni uno que valga/ la pena en este momento”. Y lo más triste es que quizá más de medio siglo después podamos seguir cantando lo mismo.

Bibliografía Eduardo Contreras “Violeta Parra, el origen del canto” en Cuadernos Casa de Chile, Nº 27, México s/f.
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