Repetidos allanamientos, decenas de presos y muchos más heridos, día a día, en un pequeño lugar, lejos de las cómodas y pujantes ciudades chilenas. ¿Por qué? Simple: porque allí hay gente que se resiste a desaparecer, que se niega a dejar de ser mapuche y a permitir que Wallmapu sea definitivamente invadido y destruido. Y aún más, allí se grita con fuerza la idea de la reconstrucción del País Mapuche.
La Comunidad Wente Winkul Mapu es una unidad organizativa mapuche articulada en base a descendencia familiar común y unidad territorial heredada de su origen ancestral común. La conforman alrededor de treinta familias, la mayoría jóvenes que, enfatizando en su identidad y recuperando la historia familiar y territorial, han optado por el camino de la resistencia para forjar su futuro.
Forma parte del Lof Chequenco, emblemático valle wenteche de nuestro Wallmapu, ubicado a unos 10 kilómetros al sur de Collipulli, en lo que la ocupación chilena define administrativamente como comuna de Ercilla.
El Territorio de la resistencia y la dignidad
Wente Winkul Mapu es heredera natural de la historia de lucha de la antigua comunidad José Millacheo Levío, que reinicia la lucha por la reconstrucción territorial en Chequenco el año 2000, y que culmina con la recuperación del fundo Chiguaihue.
Pero el Lof Chequenco es un territorio donde la dignidad mapuche pervive de generación en generación. Allí se desarrollaron ocupaciones y corridas de cercos en los ‘60 y nunca la ocupación chilena ha podido consolidarse.
Fueron sus serranías el dominio natural del toqui José Santos Quilapán y su padre Mangil Wenu y fue allí donde el asesino Cornelio Saavedra debió instalar un fuerte cuando iniciaba la ocupación militar de Wallmapu, hace más de 130 años.
La nueva ocupación militar de Chequenco
La postal de Chequenco en 1880 parece calcada a la de hoy; con una base policial en Pidima, con efectivos policiales altamente militarizados en un número que supera a los apostados en Temuco, y con alrededor de 10 retenes policiales distribuidos al interior del valle. El territorio nuevamente ocupado por fuerzas militares con su consiguiente reguero de atropellos, balas y masacres.
Criminalización de la lucha por el territorio en el lof Chequenco
El nuevo auge de la lucha territorial de las comunidades de Chequenco -que desde los ‘90 metro a metro ha ganado terreno a la ocupación de colonos terratenientes y empresas forestales chilenas- ha tenido de dulce y agraz.
Por una parte, la recuperación de las tierras arrebatadas a sangre y fuego por el Estado chileno tiene aquí un importante avance para la reconstrucción de nuestro Wallmapu; y aunque aún falta mucho, es en Chequenco donde toma cuerpo y es palpable, más que en cualquier otra parte, la idea de la reconstrucción de nuestro territorio mapuche.
Por otra parte, la respuesta represiva del Estado chileno ha sido brutal. A tal extremo que centenares de hombres, mujeres, ancianos y niños, habitantes del Lof Chequenco, han sido procesados, golpeados, heridos o encarcelados. Otros más han sido asesinados por fuerzas policiales. Alex Lemún, Zenén Díaz Necul y Jaime Mendoza Collio han regado con sangre las tierras de Chequenco, o Chiguayhue, como también se le conoce.
El ensañamiento chileno contra Wente Winkul Mapu
Desde que la pequeña comunidad Wente Winkul Mapu inició movilizaciones en la búsqueda de recuperar sus tierras, los organismos policiales y judiciales han buscado frenar su lucha y se han ensañado con esta comunidad.
El año 2008, Wente Winkul Mapu levantó una demanda territorial de aproximadamente 2.500 hectáreas. Se trata de las tierras antiguas de los lonkos Lizama y Nahueltripay, antepasados directos de los actuales comuneros. Las tierras en cuestión están aún en manos de empresas forestales, como Bosques Arauco y Bosques Cautín, y de particulares como Juan de Dios Fuentes, ex intendente socialista antes del golpe militar. Otros ocupantes hoy han abandonado esa zona y en esas tierras, desde esta temporada, han comenzado a sembrar los comuneros de Wente Winkul Mapu que aún no están encarcelados.
Y es que casi la totalidad de los miembros de la comunidad han sido procesados. Varios de los prisioneros mapuche en la cárcel de Angol son miembros de Wente Winkul Mapu, entre ellos, su werken Daniel Melinao y Rodrigo Montoya. En la cárcel de menores de Chol Chol, Gabriel Valenzuela Montoya cumplió 54 días de huelga de hambre. Mientras que otros varios comuneros evaden la persecución, resistiendo en clandestinidad.
Asimismo, es incontable la cantidad de allanamientos que han soportado y son varias las veces en que los propios tribunales chilenos han ordenado a la policía adecuar sus operativos al respeto a los derechos básicos, especialmente de niños y ancianos, lo que jamás ha sido acatado.
Albornoz y la muerte conveniente de un carabinero
Durante los años 2011 y principios de 2012, la comunidad debió enfrentar una seguidilla de violentos allanamientos. La violencia utilizada buscaba generar una respuesta también violenta de parte de los comuneros. Así fue denunciado por las redes de apoyo en las ciudades y por sus propios voceros. Como no pudieron conseguir esa reacción, la inventaron. Fue así como en abril de 2012, a mediodía y en medio de un enorme operativo, en el patio de una casa copada por efectivos del Gope, fue herido de muerte el cabo de Carabineros, Hugo Albornoz.
En medio de declaraciones incoherentes y contradictorias, la policía uniformada junto al fiscal con dedicación exclusiva a perseguir el movimiento mapuche, Luis Chamorro, intentaron esconder evidencia y cambiar el sitio donde cayó Albornoz. Dijeron que era una emboscada en el camino y culparon inmediatamente a la comunidad.
Durante todo el 2012 los allanamiento continuaron y la brutalidad se acentuó
A un año del hecho y frente a la presión del empresariado hambriento de culpables, detienen a Daniel Melinao y lo acusan de coautor de la muerte del cabo. Con posterioridad, Chamorro develó que está en busca de Eric Montoya, como autor.
Como prueba arguyen una rebuscada pericia telefónica y lo de siempre: Testigos Protegidos, que declaran haber visto a personas que al parecer serían los inculpados, caminando por el lugar donde viven a la hora del hecho.
La muerte de Albornoz parece ser la guinda de la torta que necesitaba el gobierno para justificar la militarización de Chequenco, como en 1880. Al fin y al cabo, era “un cabito” proveniente de una familia humilde, de un lugar tan remoto como la posibilidad que se devele la verdad sobre su muerte.