Hoy te voy a contar dos historias antiguas de dos civilizaciones que han vivido muy distantes una de otra, pero que parecen tener una mirada similar del vínculo humano con el cosmos: la historia de Qixi, 七夕节, en China, y la de Wvnelfe, en el Wallmapu. Al final te podrás dar cuenta de que compartimos la misma humanidad, por distintas que parezcan ser nuestras culturas. También te invito a reflexionar acerca de por qué es tan importante el diálogo intercultural para reconocernos el uno en el otro.
Este es el relato de Qixi, 七夕节. Se trata de un cuento de amor. Ella es una mujer que vive en el cielo; una princesa tejedora que desde las alturas observaba la tierra, donde descubrió a un campesino muy trabajador de quien se enamora perdidamente. Un día se escapó a la tierra para casarse con este hombre y del matrimonio nacieron dos hijos; la familia vivió feliz hasta que la madre de la joven envió a su ejercito en su búsqueda para regresarla al cielo.
La tropa se llevó a la mujer de vueltas al cielo. El campesino y sus hijos la siguieron montados en su buey, el cual mágicamente vuela. Cuando ya estaban cerca de la joven, la anciana madre del cielo trazó una línea en el espacio que luego se convirtió en un gran río, separando así a la pareja, sin poder alcanzarse. Mientras lloraban su destino los enamorados, pasó una bandada de hurracas en el cielo, haciendo un camino sobre este río, donde la pareja pudo al fin juntarse. La anciana del cielo, al verlos, les permitió que pudieran estar juntos una vez al año.
De esta historia nace uno de los días de los enamorados que se celebra en China.
Wvnelfe. El relato mapuche cuenta que el lucero del amanecer, Wvnelfe, se enamoró de una mujer de la tierra, quien todos los días lo invocaba para tener compañía, pues estaba sola. Este se apersonó un día al alba, antes de que el sol apareciera en los picos de la montaña. Enamorados ambos, él se la llevó al cielo; iban montados en su caballo alazán, adornado con rebenques y espuelas de plata que brillaban como una gran estrella en el firmamento. En el cielo, la joven celebró su matrimonio cocinando carne de caballo; pero, como las estrellas no comían sólido, se alimentaron del vaho de las comidas, del wurwan de la tierra. Una estrella, al ver que la mujer comía con tanto gusto, probó un trozo de carne, pero su cuerpo no lo resistió y murió.
La madre estrella, con mucha tristeza, le pidió a Wvnelfe que devolviera a su esposa a la tierra porque en el cielo terminaría con su descendencia. Entonces Wvnelfe trajo de regreso a su mujer, aunque ella estuviera embarazada. Él le prometió que siempre estaría a su lado y que, al momento del parto, la esperaría en el río. Llegó la hora y allí estaba Wvnelfe, como en cada amanecer; la mujer se metió al río, se inclinó, empezó a pujar y pujar, mientras de su cuerpo nacían las estrellas, tantas que formaron la vía láctea, el Wenulewfu. Este relato se encuentra en el libro Wenumapu (Pozo y Canio ,2016)
Este epew enseña a los niños que los seres humanos estamos conectados al universo, que las estrellas nos acompañan como nuestras familias y que una mujer de naqmapu parió la vía láctea.
Los antiguos en todas las culturas entregaron sus saberes a través de los relatos; en ellos podemos ver que, a pesar de las diferencias culturales y territoriales, tenemos formas similares de explicarnos los misterios del mundo. Pese a la distancia física y temporal, los antepasados, a través de la memoria, han dejado una huella que vincula el pasado con el futuro, para que las nuevas generaciones sepan de dónde vienen y hacia dónde van. ¿Qué sería de los mapuche sin la Madre Tierra, la Mapu Ñuke: Wenumapu, Ragin Wenumapu, Naqmapu y Mincemapu?; y ¿qué sería de la cultura china sin la naturaleza?, ¿cómo sería el tiempo sin los ciclos de la tierra, como también lo conciben los mapuche?
Hemos entrado al espacio intercultural. La interculturalidad, como paradigma, se practica a partir del diálogo de respeto entre los pueblos y culturas, este diálogo conduce a conocernos en la alteridad, escuchando al otro; solo entendiendo al otro es posible comprender que ese otro es tan igual a nosotros, en algunos caso, y tan distinto, en otros. Esto no es nada más ni nada menos que nuestra condición humana, la que hace posible la comprensión, el amor entre nosotres, el kvme mogen decimos los mapuche, mientras exista el respeto entre los humanos y con la naturaleza.
Ahora que conoces la historia de amor mapuche y de la cultura china podrás decir que no sólo existe la historia fundacional del amor de San Valentín, que, por cierto, los enamorados celebran el 14 de febrero, según la cultura del occidente. Hay muchas otras historias fundacionales. El cristianismo generalizó San Valentín en la Roma del siglo XV para que las culturas originarias de la época no siguieran con sus practicas “paganas” sobre el amor y la fertilidad.
La diversidad es parte de la condición del ser, es imposible la homogenización cultural como es imposible una sola semilla en la tierra; es la diversidad la madre de la vida y que hoy está amenazada por la homegenización del pensamiento practicada por la cultura occidental cristiana. Lejos de los adjetivos “pagano”, “bárbaro” y “primitivo”, impuestos por el eurocentrismo, lo que hay en la diversidad de pensamiento es la expresión más profunda de nuestra condición humana, mientras que la homogenización cultural es la maniobra oscura de quienes quieren controlar y manipular al otro para silenciar sus mundos, pensamientos y lenguas, condenándolos, así, al oscuro mundo del silencio.
Vaya para cada quien un hermoso día del amor a la especie humana y no humana, porque la memoria oral nos invita a ampliar el concepto mas allá de nosotres y la tierra también nos reclama su amor para defenderla.