RESUMIENDO
Elecciones y lecciones
El proceso electoral de alcaldes y concejales que se realizará en los 346 municipios del país a fines de este mes de octubre no puede nublar las expectativas ciudadanas ni permitir que queden de lado las reales demandas de participación democrática que diversos sectores ciudadanos han levantado con fuerza en el último tiempo.
El sistema político y electoral que nos rige se caracteriza por ser excluyente, discriminatorio, selectivo y teledirigido desde las cúpulas del poder, desde la casta empresarial y política que controla el país. Las elecciones municipales, pese a ser las únicas que no están sometidas al arbitrio del sistema electoral binominal, no escapan de los nefastos alcances del binominalismo ni se escapan de los efectos nocivos y características perniciosas del sistema político. La constitución política que nos rige y el sistema electoral que genera los estamentos de poder siguen siendo una vergüenza nacional y sigue representando una estafa para aquellos sectores del pueblo que lucharon para derrocar la dictadura y recuperar la democracia. En definitiva, vivimos regidos por un modelo no representativo, no participativo, no democrático, por más que los sectores dominantes se esfuercen por hacernos creer que la democracia consiste solamente en expresar una opción electoral cada cierto tiempo en torno a personas, figuritas y productos de marketing que ellos determinan. Este es otro lastre con que la dictadura dejó atado al país, para que funcione de acuerdo a los intereses de los poderosos, y que la clase política se ha esforzado por preservar como garantía de sus propios intereses políticos y económicos, intereses electorales y de control de los entes de poder.
Lo nuevo a tener en cuenta es que en el curso de los últimos años se ha venido generando un persistente hartazgo frente a los abusos y atropellos del conjunto del sistema político. La ciudadanía reclama por reales espacios de participación, por reales mecanismos de representación, por reales posibilidades de decisión no solo respecto de cuestiones políticas sino respecto de todas las cuestiones que afecten los destinos del país. Las demandas por establecer plebiscitos vinculantes, por un nuevo sistema electoral, por una asamblea constituyente, por una efectiva descentralización, por una nueva constitución política, son solo algunas de las manifestaciones que reflejan las exigencias de mayor democracia, de participación y representación real; demandas que surgen desde diversos sectores ciudadanos y desde las diversas regiones del país como extensión natural de reclamos y demandas reivindicativas específicas.
Sin embargo, frente a los procesos electorales que invaden el país, la ciudadanía no puede abstraerse y hacer como si no existiera. El pueblo chileno se hace parte de estos procesos no porque crea que vaya a lograr soluciones a sus problemas y demandas, sino porque es un espacio de manifestación de valoraciones ideológicas y morales, de defensa de postulados y derechos que se conquistaron a lo largo de la historia. Por otra parte, precisamente como influjo de las movilizaciones y manifestaciones sociales de los últimos años, diversas organizaciones populares intentan utilizar estos escenarios electorales para conquistar espacios que le permitan seguir desarrollando sus luchas sectoriales, y eso también es válido. Si bien es cierto no existe aún ni puede hablarse de una opción electoral realmente representativa de los intereses sociales y ciudadanos, no se puede descartar que en el curso de las movilizaciones se produzcan convergencias y emerjan nuevas fuerzas políticas populares.
Hay espacio para todo lo que sume en la confrontación ciudadana contra el modelo. Las formas de participación democrática no solo tienen que ver con el levantamiento de organizaciones sociales y de estructuras de coordinación en la perspectiva de generación de una democracia alternativa. Esa es una opción, pero solo una de las opciones que el pueblo chileno ha ido o puede ir generando. Pero, para lograr avances en la construcción de alternativas y tener un peso específico en las decisiones políticas y económicas que los sectores gobernantes adopten, se hace necesario diversificar las formas de organización y diversificar las formas de lucha, teniendo como objetivo aunar voluntades, sumar fuerzas. Las actitudes arrogantes y soberbias siempre han estado de más, y hoy sobran; ese es un gustito que la ciudadanía no se puede permitir.