Resumiendo
Movilizados aunque repriman.
La brutalidad represiva policial con que el gobierno enfrenta cada manifestación y movilización social ha ido en un peligroso aumento que ya excede los límites del estado de derecho. Hace rato que el gobierno está empeñado en convertir el estado nacional en un estado policial, cuya máxima expresión es la abierta y grotesca militarización de la región de la Araucanía.
La inusitada violencia con que las fuerzas represivas policiales arremeten contra los ciudadanos movilizados deja en evidencia que los gobernantes, los dueños del poder y la colusión de la clase política, no tienen ninguna voluntad de solucionar los problemas que afectan a la población, que son la razón y causa de las movilizaciones.
La única respuesta gobernante y administrativa es siempre represión. La pueden adornar con manipulaciones mediáticas que intentan proyectar una imagen de preocupación o de diálogo; la pueden adornar con supuestas discrepancias entre gobernantes y opositores que no obedecen a otro interés que cumplir los protocolos que se supone les corresponde en sus respectivos roles de turno; la pueden disfrazar con declaraciones rimbombantes y palabrería leguleya, pero la primera, la única y verdadera respuesta de gobernantes y administradores políticos es siempre reprimir. Da lo mismo que se trate de un ministro de segunda hora, de un intendente de poca monta, de un gobernador aparecido o de un alcalde advenedizo, lo cierto es que todos y cada uno parece hacer los mayores esfuerzos para congraciarse con los poderosos empresarios demostrando rapidez y eficiencia para acallar las protestas ciudadanas. Todos y cada uno buscan congraciarse con el poder omnímodo a que se acostumbraron los mandos policiales y uniformados desde los tiempos de la dictadura, en que fueron criados y formados para cumplir estas funciones de guardianes de los intereses de los poderosos.
Sea que los ciudadanos protesten en la Alameda de Santiago, en las alturas de Calama, en las soledades de Freirina, en los cerros robados e infectados de plantaciones de la Araucanía, en los extremos de Quellón y Chiloé, en cualquier rincón de Chile, lo primero que se ve como respuesta y despachado con destino a esos lugares son las micros, carros y material de guerra de los pacos y sus aborrecidas fuerzas especiales. Estas unidades represivas lo que tienen de especiales es que son especialmente alienadas, aleonadas y enardecidas para ejercer sus labores destructivas. No les importa si los derechos ciudadanos son vulnerados; no les interesa si los derechos institucionales son atropellados (como ha ocurrido el 11 de junio con el ataque policial de que fue objeto la casa central de la Universidad de Chile); lo que importa es reprimir, acallar y aplastar la voluntad ciudadana. En esa labor este gobierno de la derecha y su patota de fachos instalados en La Moneda han mostrado su esencia reaccionaria y dictatorial; ellos, al igual que los mandos policiales y militares, se criaron y formaron en la dictadura que fue su escuela en el abuso, la violencia extrema y el atropello de los derechos humanos esenciales. En esa labor represiva, los políticos concertacionistas han mostrado una actitud contemplativa y cómplice, tal vez anticipando que ellos harán lo mismo si vuelven al gobierno, como ya hicieron en sus primeros 20 años gobernando.
La ciudadanía, por su parte, hace rato también que sacó la lección que la única forma de intentar soluciones para sus demandas es mediante la organización y la movilización. La población ya se hartó del abuso, del atropello, del ninguneo, en definitiva, se hartó de un sistema que solo la estruja y luego la reprime. Ni la intensa y brutal represión con que el gobierno responde ante cada movilización social, ni la desaforada actividad electorera con que la clase política intenta envolver y adormecer el acontecer nacional, han logrado contener y distraer a los diversos sectores sociales que se han levantado en demanda de soluciones a los problemas que les afectan. Por el contrario. Las organizaciones sociales han mantenido su actividad movilizadora durante toda la primera mitad de este año, culminándola con la gran “Jornada de Movilización y Paro Nacional por la Educación” del 26 de junio recién pasado, convocado por el movimiento estudiantil, que contó con el apoyo y participación activa de diversas organizaciones de todo el país.
En concreto, estamos asistiendo a un nuevo escenario en que los ciudadanos están demostrando que ni la represión gubernamental ni la fanfarria electoral de la clase política, impedirán que se organicen y luchen por sus derechos y demandas.