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Invierno Amargo

Por más que se busque en los fríos datos de ministerios y reparticiones, por más que se trate de interpretar las cifras, no es posible dilucidar a qué se refiere el gobierno cuando habla de haber logrado materializar los ¾ de la reconstrucción post terremoto. Como en casi todas las cosas que tienen que ver con los problemas y necesidades de la población, los gobernantes describen fantasías, embaucan con cifras de escritorio, y hablan de un mundo que no existe.

La realidad que vive el país se constata en datos simples: una inmensa mayoría de ciudadanos lamentando las consecuencias de tener un gobierno displicente, arrogante e inepto, ocupado solo de servir a los mezquinos intereses del empresariado; una inmensa mayoría de chilenos sufriendo las consecuencias de un sistema abusivo y desigual. Datos simples que, por otra parte, se corroboran constantemente en el categórico doble rechazo que la ciudadanía expresa en las encuestas de opinión; rechazo doble pues se reprueba tanto al gobierno como a la clase política en esas mediciones que, por más que se esfuercen, no logran disimular la distancia que existe entre estos y la población.

Un reflejo dramático e indignante de esta realidad es la actitud del gobierno frente a los poblados, localidades, poblaciones y familias afectadas por el terremoto del 2010 y que siguen aguardando la recuperación de condiciones de habitabilidad y de vida dignas. Hasta ahora, los únicos beneficiados con metas de reconstrucción son los empresarios a cuyo servicio se ha puesto todo el aparato administrativo y privado pagado por el Estado; pero la población damnificada, los poblados y caseríos destruidos siguen quedando a la deriva, en segundo plano, a la espera de alguna solución prometida decenas de veces por funcionarios y autoridades carentes de verdadero interés por resolver los graves problemas de los damnificados. Para las grandes mayorías de ciudadanía afectada, la tan bullada reconstrucción no ha pasado de ser burbujas de jabón lanzadas al aire por ministros y burócratas, quienes se turnan en anunciar viviendas y hablar de soluciones que solo existen en el imaginario de los gerentes políticos que se pasan la vida engañando y estafando a la gente. En los hechos, de las sobre 110.000 familias afectadas por el cataclismo, las soluciones reales y definitivas llegan al 10%, y no hay más; todo lo demás ha sido bluf y show, el 75% de soluciones de que habla el gobierno es una falacia.

Lo cierto, la cruda verdad, es que las más de 30.000 familias que viven en situación de campamento deberán pasar un tercer invierno en condiciones deplorables, de vivienda y habitabilidad. Los campamentos, cínicamente llamados aldeas por los manipuladores mediáticos del gobierno, siguen teniendo las mismas insuficiencias y carencias de años anteriores. Las mediaguas se pasan de agua o se gotean con las lluvias, sin ofrecer ninguna resistencia a los vientos costeros e intensos fríos; los servicios higiénicos son insuficientes e indignos, ubicados a la intemperie y convirtiéndose en fuente de enfermedades; la obtención de agua potable y de salubridad son escazas y deficientes; los terrenos donde están enclavados estos campamentos se convierten en barriales y los espacios comunes en lodazales. En definitiva, la realidad dista mucho de los anuncios y promesas de gobernantes desvergonzados y políticos inescrupulosos.

Algunos campamentos y lugares afectados por ser más luchadores y exigentes, han conseguido promesas más formales de solución definitiva; la mayoría, sin embargo, ha tenido como gran solución el que los cierren con panderetas perimetrales, de modo de ocultar su existencia ante los ciudadanos incautos, de modo de ignorarlos como problema, de modo de invisibilisarlos socialmente.

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