Yemen: un pantano en el desierto

Guadi Calvo / Rebelión

Fotografía: Ataque aéreo en la periferia de Saná durante abril de 2015. Fuente: WarLeaks El reino saudita antes de involucrase en la guerra civil yemení, en marzo último, se aseguró de cubrir muy bien sus espaldas, lo primero y fundamental fue una excusa más o menos digerible para la opinión pública europea y norteamericana: reinstalar en el poder al presidente Mansour Hadi, que había renunciado a su cargo en enero último, desplazado por Ansar Allah la organización armada que responde a Houtíes. Aunque los Houtíes, de fe chiita, con obvios vínculos con Teherán, son acompañados por grandes sectores populares sunitas descontentos por las política económicas y sociales de Hadi y la cada vez más asfixiante presencia de al-Qaeda para la Península Arábiga (AQPA) de alguna manera aliados a Hadi, agitar el fantasma del tenebroso Irán todavía sigue siendo redituable ante las buenas conciencias occidentales. La segunda variable que Riad tuvo muy en cuenta fue una importante alianza de países “amigos” que, por conveniencia política o económica, tuvieron que seguir el divagante plan saudí. Emiratos Árabes, Kuwait, Bahréin, Qatar, Sudán, Marruecos, Jordania, Egipto y Pakistán se alinearon detrás del rey Salman bin Abdulaziz que ya contaba con el guiño de Washington y Londres. No muy convencidos de los ímpetus guerreros de sus socios, el ministro saudí de defensa Mohammad bin Salman al-Saud, hijo del rey Salman, se reunió con el presidente afgano, Mohammad Ashraf Ghani, a quién prometió importantes inversiones en su país a cambio de que Kabul “inundase” Yemen de combatientes. Tras el reverdecer del talibán el presidente Ghani debió desechar el negocio. Tampoco consiguieron demasiado del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, que ansioso de dólares frescos prometió más ayuda de la que concretó finalmente. El peso de la guerra contra los Houtíes lo ha llevado fundamentalmente algunos sectores del ejército yemení todavía leales a Hadi y las aviación saudita, Emiratos Árabes, Bahréin y Kuwait, que utilizan bombas de racimo, fabricadas y diseñadas en Estados Unidos, prohibidas por las convenciones internacionales por sus efectos en poblaciones civiles. Este tipo de armamento es lo que ha causado la mayoría de los 6 mil muertos civiles, de ellos unos 500 niños, y 27 mil heridos. La agencia de refugiados de la ONU (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dijo que más de 114.000 personas habían huido y predijo que la cifra podría llegar a 200.000 a finales de 2016. Aunque otras organizaciones ya hablan de 1.5 millón de desplazados. La crisis humanitaria en Yemen ya no es una probabilidad, se está viviendo y de una manera atroz. Los ataques aéreos no solo han destruido viviendas, escuelas, hospitales y mezquitas, sino también infraestructuras como puentes, carreteras y plantas potabilizadoras, fábricas, drenajes hídricos y cloacales. En tanto que el sistema de abastecimiento de agua, alimentos y medicamentos ha desaparecido por lo que 4 de cada 5 de los 23 millones de yemeníes necesitan algún tipo de asistencia humanitaria. Las altas temperaturas, el quiebre del sistema sanitario y las durísimas condiciones de vida han empezado a propagar multitud de enfermedades. El bloqueo marítimo al que está siendo sometido el pequeño país impide que pueda ser abastecido por ese medio. Con la excusa de impedir el contrabando de armas para los Houtíes los buques de la coalición, dispuestos en el Mar Rojo, obligan a las naves civiles a mantenerse alejados de las zonas de operaciones, lo que hacen imposible cualquier tipo de asistencia. Nada parece detener la brutal embestida de la alianza encabezada por el rey Salman, a pesar de los casi 7 meses de continuos ataques los Houtíes se mantienen activos y siguen dando duros combates. Tras un ataque aéreo contra Saná, la capital yemení, en manos de los Houtíes el jueves 15, respondieron con un ataque con un misil Scud, contra una importante base aérea saudita en Khamis Mushayt, cerca de la frontera con Yemen. Medios iraníes informaron que los Houtíes también derribaron un caza F16 saudita y habrían capturado a su piloto. Una masacre para terminar la guerra El rey Salman de Arabia Saudita, sin duda, en estos meses habrá experimentado la sensación de encierro, que tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética sintieron en Vietnam y Afganistán, respectivamente. Riad junto al resto de sus socios en esta entente contra Yemen, ya han provocado muchas más víctimas que un mundo civilizado tendría que tolerar. Y saben muy bien que para terminar esta guerra tendrán que multiplicar el número de víctimas. Meses de constantes bombardeos no han podido doblegar a los Houtíes, por lo que tendrá que incrementar no solo los ataques aéreos sino implementar acciones terrestres a gran escala. Y ninguno de los aliados tiene la real convicción para librar una guerra de esas características. El martirio del pueblo yemení quizás se encuentre opacado por lo que vive Siria, Palestina o Irak, pero para nada es menor a esos genocidios, y sus enemigos saben muy bien que a base de bombardeos el conflicto se puede prolongar por años, por eso, la alianza saudita, para no sufrir una derrota por desgaste, es perentoria para la alianza de llevar tropa al terreno, donde las bajas de ambos bandos se multiplicarían exponencialmente. Riad carece de combatientes con experiencia como para enfrentar a los durísimos milicianos yemeníes. Al igual que los egipcios, las fuerzas armadas sauditas solo han sido probadas en conflictos internos, como la que les ha procurado la persecución a los Hermanos Musulmanes y los diversos grupos salafistas que intentan instalarse en la península del Sinaí, las fuerzas sauditas han recibido fuertes revolcones de sus vecinos yemeníes en 2009, y solo pudieron en 2011 reprimir en el marco de la Primavera Árabe, el levantamiento civil en Bahréin, porque la relación de fuerzas era notoriamente asimétrica. Sin poder contar con las promesas del presidente afgano, que “inundaría” Yemen con sus muyahidines, han empezado a recurrir a sus aliados más próximos. De todos ellos quizás sea Sudán, quién más hombres de infantería pueda aportar al conflicto, ya que el costo político que tendría que pagar Omar al-Bashir en el poder desde 1989 y que acaba de triunfar en una nueva elección con el 94. 5 % de los votos, sería una bicoca si se lo compara con los 400 mil muertos y más de 2.5 millones de refugiados que le ha provocado a su pueblo en las diferentes guerras que ha encarado en sus 26 años de gobierno. El domingo 18 de octubre arribaron al puerto de Adén los primeros 300 hombres de un contingente de los 10 mil que al-Bashir se ha comprometido a enviar para luchar contra los rebeldes Houtíes. Por otra parte, Al-Qaeda para la Península Arábiga que ya había capturado en abril la ciudad de Mukalla, capital de la provincia de Hadramaut, y ahora ha hecho lo mismo con Zinjibar, capital de la provincia de Abyan, donde han establecido la sharia, prohibiendo a las mujeres estudiar y han sido condenados a muerte ciudadanos que no han querido obedecer, incluso han sido azotados hasta la muerte en la plaza central de la ciudad por ser acusados de brujería. La banda salafista continúa su expansión en el territorio y quizás para los próximos meses, tras las fugas masivas de los combatientes en Siria por la intervención rusa, comiencen a sumarse a la guerra en Yemen muchos más combatientes. El mando central de la coalición saudita ha cometido infinidad de errores, este último sábado ataques aéreos de la coalición contra posiciones Houtíes provocó la muerte de 30 soldados yemeníes aliados al renunciante presidente Hadi y dejó otros 40 gravemente heridos. A finales del pasado septiembre en un ataque aéreo de la coalición, cerca del puerto de Mocha, en la provincia de Taz, fueron asesinadas 135 personas que asistían a un casamiento. Amnistía Internacional ha denunciado que en el conflicto ya hay “evidencias irrefutables de crímenes de guerra” y ha solicitado al Reino Unido, que deje de vender armas a Arabia Saudita. Hace apenas semanas Londres envió un embarque de bombas de 500 libras Paveway IV, para los aviones de combate Tornado y Typhoon, también de fabricación británica, utilizado en el Yemen. El gobierno de Cameron ha respondido que Arabia Saudita ha dado garantías de uso correcto de esos armamentos. El conflicto en Yemen, apenas ha empezado, Arabia Saudita y sus socios no podrán salir de allí de manera sencilla, sin haberlo previsto se han empantanado en el desierto.
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