Zizek, el gran «shock jock» de la filosofía

[resumen.cl] La filosofía no está de moda. Los libros de este género no son precisamente best sellers. En el ámbito educativo, los tecnócratas del sistema educacional chileno hace rato intentan extinguir la asignatura de filosofía en la enseñanza media. Y si antaño la filosofía era fundamental para entender el mundo y pensar sociedad mejores, ahora esa labor ha quedado en manos de “expertos” tecnócratas con los resultados que tenemos a la vista. Una excepción a la regla es la irrupción en escena del filósofo esloveno, Slavoj Žižek. Contra la tendencia, este declarado marxista y heredero del psicoanálisis lacaniano, logra llenar auditorios y agotar publicaciones en Europa y Estados Unidos. La última ocasión donde Zizek demostró su una vez más su capacidad de convocatoria fue la semana pasada en Circulo de Bellas Artes de Madrid, donde expuso su “Alegato a favor de un socialismo burocrático”. Agudo, irreverente y caricaturesco, ha conseguido erigirse como un verdadero rockstar de la filosofía con eco en los movimientos sociales que, transitando por un desierto de narrativas que aborden la totalidad de lo real, encuentran en Žižek a un referente teórico aparentemente sólido. Deberíamos estar entusiasmados de este regreso de la filosofía de la mano de Žižek, sin embargo hay voces críticas que vale la pena atender. Liberales como John Gray, pero también pensadores de izquierda como Noam Chomsky han sido sumamente duros con el filósofo esloveno. Con el ánimo de promover el pensamiento crítico al interior de los movimientos sociales les dejamos esta columna del teórico y autor del libro “El posmodernismo ¡Vaya timo!” (2013), Gabriel Andrade, profesor en la Universidad de Zulia, Venezuela.  

Zizek: el gran "shock jock" de la filosofía

Por Gabriel Andrade En mi libro El posmodernismo ¡vaya timo! me ocupé de autores como Derrida, Lacan, Lyotard, Baudrillard, Foucault, y otros charlatanes más. Todos ésos están ya muertos, y si bien su nefasta influencia sigue vigente hoy, ya han pasado a un segundo plano. En cambio, de la gran estrella posmoderna del momento, Slavoj Zizek, no hice ninguna mención. Lo mismo que la mayoría de los otros gurús posmodernos, a Zizek no se le entiende casi nada. Yo he hecho algún vano intento de leer sus libros y artículos, pero ha resultado una experiencia muy desagradable, pues siento que he perdido el tiempo tratando de comprender algo que es, sencillamente, incomprensible en su mayor parte. Zizek dice dos o tres cosas más o menos comprensibles, pero hasta ahí. Repite las críticas habituales en contra del capitalismo: este sistema genera grandes desigualdades, contamina el planeta, aliena a través del consumismo, y adormece a las masas. Nada que Marx no hubiera dicho ya hace siglo y medio. Pero, Zizek trata de adornar su retórica con algunos intentos de chistecitos que, sólo a veces, se entienden o son realmente cómicos. Su aura de gurú tiene que construirse con comentarios sobre temas de la más diversa índole. En espacios comprimidos, Zizek puede hablar, no siempre en una integración coherente, de temas tan variados como la película Kung Fu Panda, Stalin, la eyaculación en la boca a las mujeres, o el suicidio. Y, como no puede faltar en cualquier posmoderno, pronuncia disparates como el “suicidio metafísico”, “el amor es violencia”, “la masturbación es obscena”, “no todos somos humanos”. Su maestro, Lacan, quien alguna vez dijo, “cuanto menos me entiendan, mejor”, estaría muy complacido. ¿Cuál es, entonces, el encanto que genera Zizek? Obviamente, no es su talento filosófico (pretender integrar a Ayn Rand y Lenin, dos antípodas ideológicas, en un solo pensamiento filosófico, no es muy filosóficamente consistente). El éxito de Zizek es, sencillamente, su capacidad histriónica, su indiscutible aptitud para hacer una mise-en-scene con su propia vida. En Grecia, los actores se colocaban las máscaras. Se sabía muy bien que, al final del espectáculo, el actor iba a su casa y vivía como el resto de la gente. Eventualmente, en la historia del teatro los actores se despojaron de sus máscaras, pero se seguía sabiendo que, al final de la obra, el personaje y el actor quedaban separados. El siglo XX cambió eso. Surgieron personajes cuyos actores asumían ese papel en todo momento. Su propia vida era la mis-en-scene. Salvador Dalí fue un pionero de esta técnica, con todas sus excentricidades y aura de misterio y reverencia con la cual cubrió su vida. Ya en el siglo XXI, las masas pedían más: querían ver a los actores asumir su personaje, no solamente en el estudio o el teatro, sino en sus vidas diarias. Surgieron así los reality shows. Zizek ha perfeccionado la técnica histriónica de Dalí. No es tan excéntrico (ni tan talentoso) como el gran pintor. Pero, ha sabido usar los mass media mucho mejor, y sabe asumir ante las cámaras un personaje que le rinde dividendos. Sus libros son tremendamente aburridos y disparatados. Pero, es capaz de asumir gestos jocosos (se toca la nariz continuamente), contar un chiste en el momento adecuado, y burlarse de sí mismo (frecuentemente se considera a sí mismo un tipo con problemas psicológicos, y en alguna ocasión ha dicho que él es un monstruo). Los libros de Zizek generarán bostezos de hipopótamo. Pero, por ejemplo, la película Zizek! (dirigida por Astra Taylor), es entretenida, no por la relevancia de lo que dice Zizek (no hace más que repetir los mismos disparates y trivialidades de sus libros), sino por lo gracioso de un personaje que raya en lo caricaturesco. Zizek es, pues, el Cantinflas de la filosofía. Nos reiremos con él, y desearemos tomar una cerveza con él. Dudo mucho de que queramos brindar un trago a tipos aburridos y sin el menor sentido del humor, como Noam Chomsky. Pero, mientras que Chomsky ha destacado por decir cosas muy interesantes (sus posturas políticas pueden ser cuestionables, pero al menos es un hombre que invita a reflexionar), lo de Zizek es charlatanería pura y dura. Está muy bien que Cantinflas pronuncie disparates en la escena final de Ahí está el detalle (y que, insólitamente, en esa clásica película, los personajes más serios terminen hablando como él). Los bigotes de Dalí, así como las tonterías que decía en entrevistas, pueden contar con nuestra aprobación. Todos sabemos que Cantinflas (el personaje; el actor siempre fue muy sobrio) y Dalí eran charlatanes, y nunca pretendieron que se les tomara en serio. No sé si Zizek pretende que se le tome en serio. Pero, lamentablemente, los jóvenes sí lo hacen. Y, ahí está lo lamentable de todo esto. Cantinflas puede ser una necesaria distracción para el estudiante de filosofía, pero nunca en la facultad de filosofía se admitiría una tesis sobre la brillantez de la retórica cantinflesca. En cambio, es muy preocupante que un estudiante de filosofía no conozca sobre lógica, ética o epistemología, pero sea un “experto” en la rimbombancia impenetrable de Zizek, y que los profesores no vean mayor problema en esto. Más aún, en medio de sus disparates y chistes, Zizek dice cosas verdaderamente escandalosas. En el mundo del espectáculo, hay gente que hace carrera asumiendo el papel de shock jock: locutores que ganan fama diciendo barbaridades en los micrófonos, sólo para captar atención (el norteamericano Howard Stern es quizás el más infame de todos). Pues bien, cuando no es el Cantinflas de la filosofía, Zizek a veces quiere ser el Howard Stern de la filosofía. Ha dicho, por ejemplo, que Hitler debió haber sido más violento, y que Gandhi no logró gran cosa en la India. Pero, quizás el instrumento de shock mediático que más dividendos le ofrece, es su uso de la imagen de Stalin. Zizek trivializa continuamente las atrocidades cometidas por el brutal dictador, presentando su vida y sus ideas en un aura de sublimación estética. El joven que queda encantado ante la personalidad de Zizek, empieza a pensar que quizás Stalin no fue tan malo. Zizek, que tanto critica la sociedad de consumo, ha hecho renombre convirtiéndose él mismo en una franquicia. Ya hay productos de consumo con su estampa. Guy Debord ya advertía en la década de 1960 sobre la llamada “sociedad del espectáculo”. En cierto sentido, sus advertencias han sido proféticas. Pues, incluso la filosofía, aquella actividad que esperaríamos que fuera de las más inmunes a las trivialidades del entretenimiento masivo, ha sucumbido a esta tendencia. Y, Zizek, en su continua mis-en-scene, es una de sus estrellas principales. Tristemente, hay una enorme ironía en todo esto. Los shock jocks como Zizek salen ganando, aun cuando se les someta a duras críticas, pues como cínicamente siempre han dicho, “la publicidad mala no existe; toda publicidad es buena”. Quizás lo más sano sea ignorar a los charlatanes (tal como Chomsky ha recomendado hacer con Zizek), pero precisamente, esta gente ya gana con el mero hecho de que nosotros recomendemos ignorarlos.
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